martes, 17 de mayo de 2011

IBIZA - Buenas vibraciones

Hoy no he madrugado, y me he despertado con el cuerpo muy dolorido. Lo primero que he hecho ha sido ir al Eroski a comprar agua y algo para desayunar, y después de eso me he puesto en marcha hacia Punta Galera, donde había estado el verano pasado. La caminata ha durado una hora escasa, y cuando me he asomado a los acantilados, con el estrecho cabo de Punta Galera a mi izquierda, he respirado un aire muy reconfortante. Recordaba más o menos el camino, aunque esta vez llegué por otro sendero distinto al que seguimos el verano anterior.

Sonreí al ver el lugar que ya conocía. El acceso a la cala se encuentra entre rocas. Se podía ver el fondo del mar con total claridad. He sacado muchas fotos, ya que la otra vez que visité este sitio, no tenía la cámara conmigo. Es un espacio mágico y lleno de misticismo, sobre todo en la puesta de Sol. Se pueden ver algunos montículos de piedras (como los que vi en Cala Vadella), una cabeza metálica de Buddah, un grabado en la roca (Om Nama Shiva) y un refugio en una cavidad del acantilado. La roca es perfecta, ya que aparece en formas lisas, para sentarse y tumbarse cómodamente.

Agradecí enormemente estar prácticamente solo ahí, con la tranquilidad de todo lo que me rodeaba. El mar estaba lleno de pequeñas medusas como las que vi ayer, y también había enormes gaviotas descansando en los salientes de la roca, y cormoranes buceando y perdiéndose bajo el agua.

He descansado un rato largo para sentir las buenas vibraciones del lugar: la sensación de que todo lo que importa es "aquí y ahora".







sábado, 14 de mayo de 2011

Freestyle Hostel Rome

No había camas suficientes para nosotros, así que nos dirigieron amablemente a un piso justo en el lado opuesto de la manzana. El piso contaba con 3 habitaciones con entre 6 y 8 camas cada una, un baño, y una sala de estar. En este espacio es donde se desayunaba, bebía, conversaba, compartía, etc.. Nosotros coincidimos con 3 canadienses, amantes del hockey, los viajes y la cerveza (aunque como se ve en la foto, esa noche consideraron más apetecible una botella de 5 litros de vino blanco barato). También nos juntamos con 3 chicas alemanas, y una americana. En el mismo alojamiento había otras chicas con las que no tuvimos oportunidad de hablar. Le habían sacado mucho partido al lugar, algo exagerado para una vivienda con un solo baño.

Mantuvimos debate con los canadienses. Nos ofrecieron catar el vino barato y pronto escupieron opiniones para animar a la conversación. Ellos estaban en contra de la política que existe en Canadá de reparación y reconciliación con los pueblos indígenas (permisividad en la brutal caza de focas, ayudas económicas para acceder a estudios universitarios, facilidades para integrarse en el modo de vida moderno...). Una postura corta de miras y sin profundización en otras vertientes del problema. Una crítica simple, y lejos de ser constructiva, solo estigmatizaba aún más a los pueblos aborígenes. También hablaron de sus tantas diferencias con los estadounidenses y su modo de vida. Les incomodaba ser percibidos como americanos, sin embargo no tenían reparo en tratar a la población originaria de su moderno país como una única masa homogénea. Curioso ¿verdad?

martes, 10 de mayo de 2011

IBIZA - Sant Antoni de Portmany

Cuando me quedaba a penas media hora de camino para llegar a Sant Antoni de Portmany, un joven me ofreció acercarme a mi destino. Le dije a donde me dirigía y con gusto me abrió la puerta de su coche, donde metí primero mi macuto. Él era valenciano y llevaba dos años en la isla, trabajando como enfermero, y disfrutando del lugar, sobre todo cuando el influjo de turistas es inapreciable. Me habló de Ibiza, de su familia, de su trabajo... Acabó contándome cómo conoció a su pareja en Argentina, cuando era aún más joven, y recorría el país con su mochila. Me dejó en San Antonio y nos despedimos entre risas.

Me moví un poco por la ciudad y empecé a preguntar por la calle en la que encontraría el hostal que había visto en internet. No tenían habitaciones disponibles, pero me dirigió a otro hostal propiedad de los mismos dueños, y que se encontraba a la vuelta de la esquina. Aquí me recibió una sonriente recepcionista, que me atendió e informó perfectamente y con ganas. Se molestó por iniciativa propia en marcarme en un mapa todos los lugares de interés, y me aconsejó sobre los mejores locales donde comer. Después de una reconfortante ducha y un despliegue de mis cosas por la habitación, me decidí por ir a ver la puesta de Sol al punto donde me había recomendado la chica del hostal.

Por desgracia, no llegué a tiempo para ver al Sol desaparecer tras el horizonte. Me conformé con disfrutar de los colores que se formaban en el cielo y las nubes, y de la vista de la isla Conejera perdiendo su color a medida que pasaban los minutos. Ya estaba oscureciendo a mayor velocidad y volví al hostal, donde estoy ahora desde hace algo más de dos horas.

Voy a dormir increíblemente bien, y mi cuerpo tendrá que recuperarse para volver a trotar mañana.






viernes, 6 de mayo de 2011

IBIZA - Descanso en el camino

Me di la vuelta una última vez para ver desde lo alto el lugar que me acogió y me hizo sentir tan a gusto por una noche. Antes de fundir mi camino con la carretera, me detuve un ratito para leer una inspiradora pintada escrita sobre un muro, que decía "¡Cortados los árboles, muertos los animales y contaminados los ríos | veras k la plata no se come!". Tanta razón en un par de frases tan sencillas.

Tras varias horas de caminar, tenía los hombros destrozados y los pies muy doloridos. Entonces decidí parar en la siguiente cala para descansar un poco el cuerpo, comer algo, y refrescarme. Era Cala Tarida. No estuve en la propia cala de arena y gente, sino en una esquina oculta de la misma, donde nuevamente se encontraban varias cabañas de pescadores, cada una con su embarcadero. Una de estas chozas de cemento tenía una terracita perfecta con mesa incluida.

La tonalidad tan azul del mar seguía sorprendiéndome. Metí los pies en el agua, y el gozo superó al que sentí al quitarme las botas y los calcetines. Luego llegó el turno de sumergir mi cabeza y después de refrescarme los hombros.
Me comí una manzana y apreté el gatillo de mi cámara varias veces, admirando la belleza del rincón, que por el tiempo que estuve ahí, fue solo mió. No apareció ni una persona y lo agradecí, ya que el sonido del agua era lo único que necesitaba escuchar.

Disfruté una hora de ese lugar de ensueño, y me puse en camino a Sant Antoni, renovado y con fuerzas y ganas para seguir caminando. La meta se encontraba a mi alcance y antes de lo que había supuesto.






martes, 3 de mayo de 2011

IBIZA - Pescador ibicenco

Al estar encerrado entre dos paredes de roca, no me desperté con el Sol como me había precipitado a imaginar. Eran las 9:30 y no tardó en aparecer por ahí una personilla. Era un hombre mayor, pero no lo suficiente como para abandonar su "hobby" marítimo. Bajó cuidadosamente por el caminito, que probablemente él contribuyó a dar forma, y sin sorprenderse por verme recién despertado y con el saco y esterilla desplegados, me saludó.
Era el dueño de una de esas casetas de pesca y venía a trabajar en la restauración de su rampa de acceso al mar. Al principio pensé que quizá no le haría mucha gracia que hubiese pasado la noche ahí, sin embargo resultó ser muy agradable.

Empezó con un "Buenos días" muy risueño y después, mientras yo recogía mis cosas, continuó con "¿Qué tal has dormido?". Le expresé lo tranquila que había sido mi noche, sin molestias de ningún tipo y con el mar a escasos metros de mi alcance, su susurro adormilante. Me dio la razón y sonrió con gracia apreciando mis halagos hacia la tierra de la que es oriundo.

Le pregunté por un camino apropiado para subir al peñón que teníamos en frente. Me señaló un camino y dejé mi mochila para comenzar el ascenso. Una vez arriba observé la inmensidad del mar y la belleza de la costa a mis espaldas, Cala Vadella tras mi hombro izquierdo y a mi derecha en el horizonte las islas de ses Bledes y s'Espartar. Todavía podía ver Es Vedrá parcialmente oculta por tierra firme.
Había diversas columnas de piedras apiladas, erigidas por la gente que había pasado por ahí en diferentes momentos y circunstancias. Al bajar a las cabañas el buen hombre me habló de una cueva que a veces ve y otras veces no logra encontrar, donde en la época de su abuelo, se practicaba el contrabandismo.

A las 10:30 me puse la mochila y me despedí del ibicenco para volver a la carretera. Antes de darme la vuelta, me invitó a dormir en ese lugar siempre que quisiera, y se lo agradecí sinceramente. Un sitio perfecto para pasar la noche al aire libre y en paz.