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martes, 17 de mayo de 2011

IBIZA - Buenas vibraciones

Hoy no he madrugado, y me he despertado con el cuerpo muy dolorido. Lo primero que he hecho ha sido ir al Eroski a comprar agua y algo para desayunar, y después de eso me he puesto en marcha hacia Punta Galera, donde había estado el verano pasado. La caminata ha durado una hora escasa, y cuando me he asomado a los acantilados, con el estrecho cabo de Punta Galera a mi izquierda, he respirado un aire muy reconfortante. Recordaba más o menos el camino, aunque esta vez llegué por otro sendero distinto al que seguimos el verano anterior.

Sonreí al ver el lugar que ya conocía. El acceso a la cala se encuentra entre rocas. Se podía ver el fondo del mar con total claridad. He sacado muchas fotos, ya que la otra vez que visité este sitio, no tenía la cámara conmigo. Es un espacio mágico y lleno de misticismo, sobre todo en la puesta de Sol. Se pueden ver algunos montículos de piedras (como los que vi en Cala Vadella), una cabeza metálica de Buddah, un grabado en la roca (Om Nama Shiva) y un refugio en una cavidad del acantilado. La roca es perfecta, ya que aparece en formas lisas, para sentarse y tumbarse cómodamente.

Agradecí enormemente estar prácticamente solo ahí, con la tranquilidad de todo lo que me rodeaba. El mar estaba lleno de pequeñas medusas como las que vi ayer, y también había enormes gaviotas descansando en los salientes de la roca, y cormoranes buceando y perdiéndose bajo el agua.

He descansado un rato largo para sentir las buenas vibraciones del lugar: la sensación de que todo lo que importa es "aquí y ahora".







viernes, 6 de mayo de 2011

IBIZA - Descanso en el camino

Me di la vuelta una última vez para ver desde lo alto el lugar que me acogió y me hizo sentir tan a gusto por una noche. Antes de fundir mi camino con la carretera, me detuve un ratito para leer una inspiradora pintada escrita sobre un muro, que decía "¡Cortados los árboles, muertos los animales y contaminados los ríos | veras k la plata no se come!". Tanta razón en un par de frases tan sencillas.

Tras varias horas de caminar, tenía los hombros destrozados y los pies muy doloridos. Entonces decidí parar en la siguiente cala para descansar un poco el cuerpo, comer algo, y refrescarme. Era Cala Tarida. No estuve en la propia cala de arena y gente, sino en una esquina oculta de la misma, donde nuevamente se encontraban varias cabañas de pescadores, cada una con su embarcadero. Una de estas chozas de cemento tenía una terracita perfecta con mesa incluida.

La tonalidad tan azul del mar seguía sorprendiéndome. Metí los pies en el agua, y el gozo superó al que sentí al quitarme las botas y los calcetines. Luego llegó el turno de sumergir mi cabeza y después de refrescarme los hombros.
Me comí una manzana y apreté el gatillo de mi cámara varias veces, admirando la belleza del rincón, que por el tiempo que estuve ahí, fue solo mió. No apareció ni una persona y lo agradecí, ya que el sonido del agua era lo único que necesitaba escuchar.

Disfruté una hora de ese lugar de ensueño, y me puse en camino a Sant Antoni, renovado y con fuerzas y ganas para seguir caminando. La meta se encontraba a mi alcance y antes de lo que había supuesto.