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martes, 3 de mayo de 2011

IBIZA - Pescador ibicenco

Al estar encerrado entre dos paredes de roca, no me desperté con el Sol como me había precipitado a imaginar. Eran las 9:30 y no tardó en aparecer por ahí una personilla. Era un hombre mayor, pero no lo suficiente como para abandonar su "hobby" marítimo. Bajó cuidadosamente por el caminito, que probablemente él contribuyó a dar forma, y sin sorprenderse por verme recién despertado y con el saco y esterilla desplegados, me saludó.
Era el dueño de una de esas casetas de pesca y venía a trabajar en la restauración de su rampa de acceso al mar. Al principio pensé que quizá no le haría mucha gracia que hubiese pasado la noche ahí, sin embargo resultó ser muy agradable.

Empezó con un "Buenos días" muy risueño y después, mientras yo recogía mis cosas, continuó con "¿Qué tal has dormido?". Le expresé lo tranquila que había sido mi noche, sin molestias de ningún tipo y con el mar a escasos metros de mi alcance, su susurro adormilante. Me dio la razón y sonrió con gracia apreciando mis halagos hacia la tierra de la que es oriundo.

Le pregunté por un camino apropiado para subir al peñón que teníamos en frente. Me señaló un camino y dejé mi mochila para comenzar el ascenso. Una vez arriba observé la inmensidad del mar y la belleza de la costa a mis espaldas, Cala Vadella tras mi hombro izquierdo y a mi derecha en el horizonte las islas de ses Bledes y s'Espartar. Todavía podía ver Es Vedrá parcialmente oculta por tierra firme.
Había diversas columnas de piedras apiladas, erigidas por la gente que había pasado por ahí en diferentes momentos y circunstancias. Al bajar a las cabañas el buen hombre me habló de una cueva que a veces ve y otras veces no logra encontrar, donde en la época de su abuelo, se practicaba el contrabandismo.

A las 10:30 me puse la mochila y me despedí del ibicenco para volver a la carretera. Antes de darme la vuelta, me invitó a dormir en ese lugar siempre que quisiera, y se lo agradecí sinceramente. Un sitio perfecto para pasar la noche al aire libre y en paz.





sábado, 23 de abril de 2011

IBIZA - Una superficie sobre la que dormir

Como ya dije, hice noche en Cala Vadella, la oscuridad a mi alrededor. Extendí la esterilla sobre el tejado liso de una de estas casetas que acompañan a sencillos embarcaderos por toda la costa.

Cuando llegué (todavía era de día), quise refrescarme con el agua del mar, que chocaba contra las rocas incesantemente a pocos metros, pero estaba llena de pequeñas medusas marrones, así que decidí agradar a mi cuerpo con un poco de agua de mi cantimplora.
Después de leer un poco de "The Art of Happiness" y sentir como todo me rodeaba, me quedé dormido. Y mientras anochecía me desperté para sacar el saco de dormir, ya que empezaría a refrescar. Pronto me quedé dormido de nuevo y no desperté hasta las 2:30 de la mañana que tenía sed.

Pensaba que iba a estar sumido en una oscuridad absorbente, pero la verdad es que existía un debilísimo y tenue amago de luz, que creaba un ambiente muy relajante. Ésta frágil luz se reflejaba en el mar, y acompañaba a cada sutil meneo del oleaje.
Entonces busqué el cielo y me quede asombrado.

El cielo estaba plagado de infinidad de estrellas. Se apreciaban perfectamente diversas constelaciones. Pocas veces había visto un cielo tan limpio. Ayudaba el hecho de que la luna estaba tan fina como un fideo, pero en serio, las veces que he visto tanto ahí arriba las podría contar con una mano.

Después de eso el sueño volvió rápidamente.

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