Cuando llegué (todavía era de día), quise refrescarme con el agua del mar, que chocaba contra las rocas incesantemente a pocos metros, pero estaba llena de pequeñas medusas marrones, así que decidí agradar a mi cuerpo con un poco de agua de mi cantimplora.
Después de leer un poco de "The Art of Happiness" y sentir como todo me rodeaba, me quedé dormido. Y mientras anochecía me desperté para sacar el saco de dormir, ya que empezaría a refrescar. Pronto me quedé dormido de nuevo y no desperté hasta las 2:30 de la mañana que tenía sed.
Pensaba que iba a estar sumido en una oscuridad absorbente, pero la verdad es que existía un debilísimo y tenue amago de luz, que creaba un ambiente muy relajante. Ésta frágil luz se reflejaba en el mar, y acompañaba a cada sutil meneo del oleaje.
Entonces busqué el cielo y me quede asombrado.
El cielo estaba plagado de infinidad de estrellas. Se apreciaban perfectamente diversas constelaciones. Pocas veces había visto un cielo tan limpio. Ayudaba el hecho de que la luna estaba tan fina como un fideo, pero en serio, las veces que he visto tanto ahí arriba las podría contar con una mano.
Después de eso el sueño volvió rápidamente.
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